The White Room

Tengo un espacio propio, únicamente mío, es de lo poco que el mundo no me quita. Este espacio es dinámico, tiene límites y a la vez es infinito. Tiene todos los colores del mundo, todas las formas del mundo, lo dicho y lo por decir. En él nadie entra, pero podrían estar presentes...


Es un espacio blanco, sin bordes, sin aristas, sin mayores luces o sombras. Allí examino mi vida, mi mundo, mis deseos, mis convicciones y a todas ellas derrumbo y las vuelvo a construir, les doy fuerza y las debilito, las vuelvo cuadradas y las convierto luego en esferas, les doy color y las vuelvo transparentes, dejo que me den energía y a la vez las descargo, las ubico en mi cuerpo y las suelto; les doy altura y bajeza, las muevo, las agrando y achico. Todo lo hago efímero y sólido, es gas, es líquido, se congela, se calienta, es excitante y aburrido...

Allí te invoco, allí te pienso e inevitablemente hago lo que quiera contigo, te digo lo que quiera y tu simplemente aceptas. En este espacio también revivo aquella situación y me muevo en ella e igualmente, inevitable, hago cuanto quiero, doy respuestas diferentes, descargo las tensiones de otra manera, los demás son extras que solo aceptan.

Yo mismo me hago parte de ese proceso, sin moverme de mi punto, mutilo partes de mi cuerpo, destrozo recuerdos, grito nombres, abro y cierro los ojos, me estreso, me alegro, me excito, lloro, corro y salto, vuelo, me agrando... bajo hasta el fin del infierno y subo hasta superar el sol, y bajo la misma situación acepto todo lo que me pasa.

¿Por qué existe este lugar? Yo mismo lo creé. ¿Para qué? Para ser yo mismo, intentar ser yo mismo. ¿Con qué objeto? Para que yo pueda modificarme, morir y revivir. ¿Qué busco con eso? El silencio, apartarme a mi mismo y encontrar mi escencia, mi verdadero yo; destruir un pasado para cambiarlo por el pasado que quiero, desdibujar el futuro para que se vuelva a pintar más libre. Entender mi presente y decirme que soy capaz de afrontarlo todo, decir que tengo confianza en este proceso, que confío en la soledad, en el amor, en la nostalgia, que creo ciegamente en lo que siento y vivo (así duela, así me expulse lágrimas), entiendo mis retrocesos, amo mis fallas tanto como mis virtudes... todo ello lo veo y lo vivo en este espacio que se haya en tan pocos milimetros entre mis ojos.

Es necesario tener este lugar, es caotico y ordenado, es natural y artificial, pero sobre todo me hace humano, me hace luminoso, allí no tengo final ni límite y puedo viajar en el tiempo, solucionar mis problemas, amar de nuevo y a la vez desapegarme con rabia de objetos y personas. Este lugar es sagrado y me aleja del mundo. De ese mundo real.

Dicho espacio es mejor que el que tengo fuera, a pocos milimetros de mis pupilas. Afuera soy un ser de carne, que se somete a instintos, a competencias, todos los días son una batalla por destrozar al otro con bonitas palabras, afuera soy un soldado que no lucha por honor sino por tres pesos, como para vivir, vivo para comer... Y seguiré entrando y saliendo de este espacio diáfano para que el real se parezca tanto que no se diferencien. Para poder ser el loco que quiero ser, para tener la libertad que puedo tener, para entregarme de la manera que quiero, para tener ese pasado amado, este presente fortalecido y aquel futuro infinito.

En ese lugar alimento mi espíritu y mi demencia.

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