Un cuarto en la vida

Me considero una persona nómada con respecto a mi casa. Casa como concepto físico de paredes, puertas y ventanas donde se alberga mi hogar y mis pertenencias... desde muy jóven he vivido de mudanza en mudanza, recorriendo no solo la ciudad de un lado a otro, si no incluso latitudes de mi país.

No he tenido nunca una casa propia, por lo que vivo en arriendo e incluso bajo el techo de otras familias amigas. He tenido un buen número de expereincias y aprendizajes respecto del trasteo: lo que se debe llevar con cuidado y lo que no, lo que va primero en el camión, lo que se saca de últimas, cuántos viajes toma hacer una mudanza completa... etc.

Mi cuarto, momentos antes de escribir esto...

Y bueno, esto que vivo lo vivo igual que muchos colombianos que aún andan sin su pedazo de tierra y su construcción propia. Seguramente esto que comento no será nuevo ni "raro" para otros. Sin embargo quiero escribir sobre esto porque hoy me percato de la inexplicable sensación que produce el dejar un lugar que ya tiene el calor, el olor y la energía propias de mí y de mi familia.

No deja de ser nostálgico, pero a la vez grato, el pararse frente a tu cuarto con unas cuantas cajas vacías, rascándote la cabeza mientras piensas qué vas a hacer con todo lo que tienes en esas cuatro paredes...

Siempre empiezo por lo fácil: botar. Principalmente papeles y cosas por ese estilo. Recorrer mis cajones y gabetas y buscar por esas hojas que ya no se usan, la mayoría son simples dibujos o bocetos despreocupados, acompañados de datos como teléfonos, fechas para tener en cuenta, en fin. Llegar a estos documentos inservibles irremediablemente me llevan a otras cosas (de verdad que uno guarda mucha cosa) que me traen cada vez más y más recuerdos; no lo niego, la nostalgia entra en el ambiente.

Luego de botar esos papeles y las cosas innecesarias, viene lo que sí se guarda... y vaya que hay de donde escoger. Resulto encontrando trabajos que más por su estética los guardo por el orgullo de saber que fue mi mejor esfuerzo en ese entonces; luego las cartas, cartas de amor que he recibido u obsequios de parejas ahora ausentes (siempre encuentro) y me doy cuenta que hubo mujeres muy especiales a mi lado en este cuarto ya sea solo viendo peliculas o disfrutando de ellas en la oscuridad, con sus cartas o sus regalos en mis manos recuerdo sus nombres (no son muchas), sus noches únicas, sus palabras precisas... no cabe duda que mi espacio siempre fue cálido para mí y para ellas. Ahora mientras pongo estas líneas siento como el frío aumenta. Con esa misma nostalgia por ellas, guardo con respeto sus recuerdos, les sonrío como si las viera a ellas directamente y las pongo en la caja. Doy gracias y entre deseos de bienestar, deseo también cruzarme con alguna de nuevo.

Una vez termino esa ceremonia continúo con el resto de elementos. Libros, revistas, juguetes, (de esos si tengo demasiados) y luego los "trofeos" de faenas locas: botellas de cerveza, latas de bebidas exóticas, collares, manillas, stickers, recordatorios de mis amigos y parceros. Ellos acá también tuvieron su espacio y dieron temperatura a la estructura con sus charlas, sus risas, los cumpleaños cantados, las noches de beber Ron o Whiskey mientras jugamos Rumi-Q o Risk y al ritmo de rcok, metal, eletrónica o vallenato para cuando el alcohol nos ganaba. Cuántos recuerdos de resacas se escondieron en el suelo de este cuarto, durmiendo la borrachera anterior con risas y chistes flojos. Cuántas filosofadas soluciones a nuestros problemas tuvieron lugar mientras hablábamos al rededor de video en Youtube. Ahora solo queda el eco.

De entre todo ello emergen las pocas fotografías que guardo con verdadero celo: en una aparece un niño tan desconocido que nadie juraría que soy yo a mis escasos 6 años, en otra: mi hermana en una edad mucho menor, un año o dos. Siempre que la tengo en mis manos hago el rito secreto de limpiarla y verla con seriedad. El orgullo me invade. El orgullo por mi y por mi hermana y obviamente por mi mamá... los tres hemos vivido juntos todo lo que una familia normal vive y aunque somos seres diferentísimos el uno del otro, el amor y la unión nos dan fuerza como para atravezar un continente entero y seguir sintiéndonos. Todo ello me obliga a dar gracias y las doy con el mayor de los afectos... sin estas dos mujeres yo no sería yo y estoy seguro que ellas pensarán lo mismo si yo faltara. Este trío maravilla deja casas una tras otra, deja lugares, puede separarse, pero nunca se perderá ese lazo invisible que hay. Hoy dejamos esta casa como un lugar más, es frío, es solitario... el corazón lo llevamos nosotros, la luz la cargamos nosotros.

Terminando el ritual, desarmo mi cama y las mesas, empaco la ropa, desculego un cuadro que me ha acompañado toda la vida, donde un discurso me dice que la muerte no detiene el futuro, luego descuelgo mi whipala, la colorida bandera que le da los sagrado a mi cuarto... intento que lo último en guardar sea el computador, para luego poner alguna buena canción y con su ritmo recorrer con la mirada cada pared y recordar una última vez, mencionar mentalmente nombres, momentos y situaciones, sonreir, suspirar y dejar que el clima del cuarto deje de ser el mío, dejar que mi aroma se pierda, que mi color y mi luz desaparezcan de este cubo.

Luego sencillamente me paro y me someto a la tortura de subir y bajar cajas, de cargar con mi pesada vida y ponerla en un camión para depositarla en ese nuevo espacio, en ese nuevo lugar que se calentará de nuevo con amigos, música, mujeres, juegos y orgullo.

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